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miércoles, diciembre 3, 2025

Carlos Mazón proyecta un ‘parque de la esperanza’ para blindar València frente a futuras DANAs

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La Generalitat proyecta 1.500 hectáreas de parques inundables para frenar riadas y regenerar la comarca de l’Horta Sud

La gran riada del 29 de octubre de 2024 fue un punto de inflexión para el área metropolitana de València. En apenas unas horas, más de 2.000 hectómetros cúbicos de agua anegaron barrios, polígonos y huertas, arrasando cultivos, infraestructuras y generando una crisis de seguridad ciudadana. Frente a este colapso climático sin precedentes, la Generalitat ha respondido con una estrategia de reconstrucción ambiciosa: la creación de dos grandes parques metropolitanos inundables, con una superficie total de 1.500 hectáreas, desde el interior del Túria hasta la Albufera, atravesando l’Horta Sud.

Bajo el lema de “regeneración inteligente”, el proyecto plantea una transformación integral del paisaje rústico y periurbano. No se trata solo de prevenir futuras avenidas, sino de construir una red verde multifuncional que mejore la calidad de vida, fomente la biodiversidad, conecte municipios y recupere el valor ambiental de un territorio históricamente productivo.

Dos corredores verdes de 35 kilómetros contra el riesgo climático

El proyecto, impulsado por la Generalitat Valenciana en colaboración con la Universitat Politècnica de València (UPV) y el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), contempla dos grandes ejes: el Parque Metropolitano del Túria y el Parque Metropolitano del Barranco del Poyo / l’Horta Sud. Entre ambos sumarán 35 kilómetros de longitud, atravesando zonas que fueron especialmente afectadas por la DANA de octubre, como Picanya, Massanassa o el Pla de Quart.

El primero, el Parque del Túria, prolongará el emblemático Jardín del Túria hasta la Pinada de la Vallesa, aportando continuidad ecológica y paisajística al pulmón verde de València. El segundo, el del Poyo, conectará desde el Parque Natural de la Albufera hasta las riberas del barranco devastado, generando una nueva infraestructura de amortiguación hídrica y social para más de medio millón de habitantes.

Ambos espacios no solo actuarán como sistemas de drenaje natural ante lluvias torrenciales, sino que ofrecerán zonas de descanso, ocio, deporte, agricultura regenerativa, ciclovías y hasta áreas de emprendimiento. El objetivo: convertir el riesgo en oportunidad.

El “parque de la esperanza”: una cuestión de Estado para proteger a dos millones de personas

Durante la presentación del plan en la Granja del Saler, el president de la Generalitat, Carlos Mazón, no dudó en calificar esta actuación como un “parque de la esperanza”. “El área metropolitana de València, con sus dos millones de habitantes, merece una infraestructura verde a la altura de su relevancia”, aseguró. Mazón subrayó que no se trata de una obra paisajística simbólica, sino de una auténtica “cuestión de Estado” ante el aumento de eventos extremos derivados del cambio climático.

El parque, afirmó, multiplicará por diez la superficie actual del Jardín del Túria y se convertirá en uno de los más grandes de Europa, que se medirá con el parque de la Casa de Campo de Madrid, el Parque Richmond en Londres o el Bosque de Bolonia en París. Para lograrlo, la Generalitat destinará 150 millones de euros a expropiaciones y adecuación de terrenos. Según el conseller de Medio Ambiente, Vicente Martínez Mus, la financiación será mixta, con participación pública y privada. “Es un proyecto supramunicipal que impactará directamente en la vida de más de medio millón de personas de l’Horta Sud”, afirmó.

El plan también contempla la creación de un memorial en recuerdo de las víctimas de la riada de 2024, cuya trágica magnitud marcó un antes y un después en la política territorial valenciana.

Una respuesta científica frente al colapso climático

La estrategia no nace de la improvisación. Está fundamentada en la evidencia científica aportada por equipos de la UPV y expertos del CEAM. Según el profesor Eduardo Rojas, uno de los coordinadores del proyecto, el 29 de octubre se vivió un fenómeno meteorológico de “intensidades pluviométricas brutales”, muy por encima de lo registrado en Europa hasta la fecha. El área afectada –con características geomorfológicas críticas, como la cuenca del Poyo– sufre una gran presión urbana y escasa permeabilidad del suelo, lo que incrementa exponencialmente el riesgo de inundación.

El proyecto apuesta por una “regeneración integral” basada en principios de multifuncionalidad y resiliencia. El nuevo espacio no será un simple parque, sino una infraestructura híbrida que aúna hidrología, movilidad sostenible, conectividad urbana, agricultura tradicional y restauración ecológica. En definitiva, un nuevo paradigma para el diseño territorial valenciano.

Ingeniería del paisaje: agua, tierra y memoria

Los parques inundables del área metropolitana no se limitarán a contener avenidas. Serán una oportunidad para repensar la forma en la que las ciudades mediterráneas se enfrentan al clima extremo. Las intervenciones, diseñadas desde una lógica de “infraestructura verde”, integrarán:

  • Láminas de agua permanentes, con capacidad de almacenamiento natural y mejora del microclima.
  • Zonas agrícolas de absorción, especialmente en cotas bajas, donde se recuperará el cultivo tradicional de arroz.
  • Red de ramblas y barrancos canalizados de forma blanda, manteniendo el flujo del agua con vegetación filtrante.
  • Praderas y bosques de ribera, con más de 100.000 árboles nuevos.
  • Espacios urbanos permeables, que sustituyen el asfalto por materiales drenantes.
  • Reutilización de sedimentos y tierras arrastradas por la DANA, para nivelar zonas vulnerables y reforzar la protección de núcleos habitados.

Este diseño busca no solo anticiparse a futuras emergencias, sino también mejorar la calidad de vida diaria. Como en el caso del río Isar en Múnich o las “ciudades esponja” de China, la adaptación climática se convierte aquí en un proyecto de salud pública, cohesión social y orgullo urbano.

Ciclovías, conectores urbanos y movilidad saludable

Uno de los pilares del plan es la movilidad no motorizada. La red de parques se conectará con una ciclovía anular de 50 kilómetros, enlazando todos los municipios implicados y permitiendo un uso cotidiano para desplazamientos laborales, escolares o recreativos. Este anillo verde facilitará el acceso a:

  • Espacios naturales como l’Albufera, el Túria o el litoral.
  • Mercados de proximidad y áreas comerciales.
  • Centros urbanos y polígonos industriales.
  • Equipamientos culturales, deportivos y educativos.

El trazado aprovechará infraestructuras existentes y proyectará nuevas pasarelas, puentes y zonas verdes intermedias. Además, se integrarán conectores urbanos para asegurar que las riberas de los barrancos, en lugar de ser barreras, actúen como ejes de cohesión territorial y social.

Esta estrategia de movilidad saludable se alinea con los objetivos europeos de neutralidad climática y reducción de emisiones. Y lo hace desde una lógica local, con soluciones adaptadas a la realidad del área metropolitana valenciana.

Nuevos usos sociales: del trauma a la regeneración emocional

La propuesta no solo es técnica o paisajística. También es profundamente humana. El plan incluye espacios educativos, culturales y de sensibilización, diseñados para implicar a la ciudadanía en la regeneración. Se prevé, por ejemplo:

  • Que cada niña, niño o joven pueda plantar un árbol y seguir su evolución en el tiempo.
  • Que las escuelas participen en la recuperación del entorno como parte del currículum educativo.
  • Que se habiliten áreas de encuentro, memoria y reflexión en los puntos más castigados por la riada.
  • Que se impulse el emprendimiento verde y la economía social a través de viveros, huertos urbanos o centros de interpretación.

Tal como se ha especificado en la presentación técnica del proyecto, se trata de transformar un trauma colectivo en una oportunidad de cohesión social y sostenibilidad compartida.

Un macroproyecto desde 2026 hasta 2050

El desarrollo de los dos parques metropolitanos se estructura en varias fases, combinando actuaciones inmediatas con una hoja de ruta hasta 2050. Las primeras actuaciones priorizarán:

  1. Expropiaciones y adecuación topográfica de zonas críticas.
  2. Implantación de vegetación y láminas de agua, con especies autóctonas.
  3. Conectividad mínima funcional, con ciclovías y pasarelas básicas.
  4. Restauración hidrológica y recuperación de barrancos como ejes verdes.

A partir de ahí, se desplegarán fases complementarias con equipamientos, señalética, espacios sociales y sensores climáticos. El proyecto contempla:

  • Estaciones meteorológicas y cabinas de control de calidad del aire.
  • Medidores de humedad, temperatura y caudal fluvial.
  • Espacios de sombra, ventilación natural y refugio climático.

En cuanto a la financiación, la Generalitat prevé una combinación de fondos europeos, aportaciones estatales, presupuesto autonómico y colaboración público-privada. No obstante, Carlos Mazón ha criticado la “ausencia de implicación del Gobierno central” en esta operación que, a su juicio, “debería ser una prioridad nacional, no una competencia autonómica aislada”.

Hay ya planteada una partida de 2 millones de euros en 2050 para el desarrollo del proyecto en el proyecto de Presupuestos Generales de la Generalitat Valenciana 2026.

Una apuesta política con dimensión europea

Más allá de su vertiente técnica y territorial, el proyecto tiene una carga política evidente. La Generalitat lo ha presentado como una “estrategia de país” frente a la emergencia climática y como símbolo de su capacidad de liderazgo. Carlos Mazón no ha dudado en subrayar la magnitud de la operación: «Esto es más que urbanismo o medio ambiente, es una refundación de la relación entre la ciudadanía y su territorio».

El conseller de Medio Ambiente, Vicente Martínez Mus, ha defendido el carácter supramunicipal de la propuesta, que afecta a 75 municipios y 2 millones de personas. Su objetivo, explica, es “dotar al área metropolitana de un pulmón verde que no solo mitigue las riadas, sino que regenere l’Horta Sud como eje estratégico del futuro valenciano”.

El ejecutivo autonómico considera este plan un emblema de resiliencia post-DANA, pero también una herramienta de transformación estructural. En palabras del secretario autonómico de Medio Ambiente, Raúl Mérida: “El pasado no podemos cambiarlo, pero el futuro nos pertenece. Hoy construimos seguridad frente al colapso climático”.

De Múnich a Xangai: modelos que inspiran la València verde

El planteamiento valenciano bebe de experiencias consolidadas en otras grandes urbes. Entre las referencias internacionales que han guiado el diseño, destacan:

  • Múnich: renaturalización del río Isar, que recuperó un espacio canalizado y lo convirtió en zona de ocio y absorción de crecidas.
  • Nueva York: el programa “1 Million Trees” que transformó paisajes urbanos e impulsó una cultura ambiental participativa.
  • Xangai y Wuhan: los modelos de “ciudad esponja”, desarrollados por Kongjian Yu, que integran infraestructuras verdes para captar, purificar y reutilizar el agua de lluvia.
  • París y Vitoria: por sus anillos verdes metropolitanos y su apuesta por la equidad ecológica entre barrios.

Son estos precedentes sobre los que se asienta la idea de que València se sitúa en la vanguardia de la adaptación urbana al cambio climático. No desde la ingeniería dura, sino desde el rediseño ecológico, participativo y multifuncional del territorio.

Impacto en la economía local y rural

Los beneficios económicos del proyecto trascienden la prevención de catástrofes. Según los técnicos implicados, esta red de parques supondrá:

  • Creación de empleo directo en obras de restauración, mantenimiento y plantación.
  • Impulso al emprendimiento verde: viveros, ecoturismo, agricultura sostenible y educación ambiental.
  • Mejora del valor inmobiliario en las zonas limítrofes, gracias al acceso a zonas verdes y calidad ambiental.
  • Regeneración de usos agrarios tradicionales en zonas como la marjal o el arrozal, con funciones de retención de agua.
  • Aumento de la resiliencia de polígonos industriales y servicios logísticos.

Además, se contempla la implicación de la economía social y las cooperativas locales como protagonistas de la gestión, en línea con un modelo de gobernanza compartida y corresponsable.

Una matriz verde para articular la nueva València

Los dos parques inundables de 1.500 hectáreas no son una solución puntual. Forman parte de una visión de largo plazo para repensar el urbanismo metropolitano en clave climática. En un contexto de temperaturas extremas, aumento del nivel del mar y presión demográfica, esta matriz verde será el eje articulador de una València más saludable, cohesionada y preparada.

Como recoge el equipo técnico de la UPV, liderado por Eduardo Rojas, se trata de “superar el urbanismo de los años 60 y 70, que entendía el verde como decoración”. Ahora, las infraestructuras verdes se sitúan al mismo nivel que la vivienda, la sanidad o la movilidad. Son una política pública esencial.

Que este plan se traduzca en una transformación real dependerá de tres factores clave:

  1. Voluntad política sostenida en el tiempo, más allá de legislaturas.
  2. Participación ciudadana activa, especialmente en los barrios más afectados.
  3. Coordinación multiescalar, desde los ayuntamientos hasta Europa, pasando por el Estado.

En palabras del propio Consell, se trata de sembrar un nuevo corazón verde para València. Uno que respire con el ritmo del agua y que convierta el miedo en resiliencia. No solo por las lluvias que vendrán, sino por las generaciones que crecerán bajo su sombra.


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