Un bombero del Parque Sur de València asegura que lo que más le impactó de la DANA del 29 de octubre de 2024 fue ‘el amanecer del día siguiente, con la gente deambulando sin rumbo y coches amontonados por cualquier parte’. Un año después, su relato reconstruye una noche de rescates encadenados y una mañana que evidenció la magnitud de los daños.
Fue movilizado esa noche y actuó en los días posteriores. Supo que lo llamarían cuando empezó a ver imágenes de lo que estaba ocurriendo y, tras recibir el aviso para acudir al parque, tardó en llegar por los problemas en la V-30 y en Picanya. Las vías principales estaban anegadas o colapsadas, lo que obligó a buscar rutas alternativas y ralentizó la respuesta.
Rescates a remo entre corrientes
‘Me asignaron para ir a Horno Alcedo -una de las tres pedanías afectadas de València-. Había dos grupos, uno para el abordaje del pueblo y el mío que íbamos en embarcaciones hinchables, que van a remo. Antes de llegar,ya estaba todo anegado‘, detalla. Su equipo, con dos buceadores y otro bombero, fue movilizado para rescates acuáticos en superficie, en calles convertidas en cauces y con obstáculos ocultos bajo el agua.
La primera llamada urgente fue: ‘Nos llamaron para el rescate de una chica que estaba en la gasolinera de Horno Alcedo con otra mujer. He pasado por ahí mil veces y resulta dantesco’. Llegar no fue sencillo: por el camino se toparon con personas atrapadas en coches, sujetas a farolas o sobre azoteas, e incluso con un camionero que se despertó rodeado de agua sin poder salir. Cada parada implicó valorar riesgos y priorizar a quienes estaban en situación más crítica.
A las personas rescatadas las trasladaron a un concesionario con una primera altura, un punto seguro desde el que fueron transferidas a la Policía Local. Ese espacio elevado funcionó como refugio improvisado para ordenar la evacuación y concentrar a quienes necesitaban asistencia inmediata.
El desplazamiento se complicó especialmente al entrar en la V-31, donde la corriente era extraordinaria. Hubo un momento en que se perdió el manejo de la embarcación, aunque lograron recuperarlo al alcanzar la zona de concesionarios. Aun así, el balance de la noche fue, en palabras del bombero, ‘complicados’, con ‘riesgo‘, pero afrontado por equipos ‘adiestrados y preparados‘ para intervenir en superficie.
Desolación al amanecer
Con la primera luz, dice, ‘nos pegó un bajón brutal‘: la realidad de lo ocurrido se hizo evidente. Sobre las 6 horas fue enviado al Puesto de Mando Avanzado, instalado en el puente de la pedanía de La Torre, desde donde se coordinaron desplazamientos y apoyos.
Ya no quedaba agua, solo barro. En una rotonda de La Torre había cuatro coches, uno encima de otro; también aparecieron vehículos en árboles, farolas y tapando patios: ‘parecía una broma, no podía ser real’. La fuerza de la riada arrastró y apiló todo a su paso, dejando calles intransitables y daños materiales por toda la zona.
‘Lo que más me impactó fue al amanecer en La Torre ver a toda la gente deambulando sin rumbo, con la cara desencajada, que buscaban a familiares y seres queridos y coches amontonados, fue una desesperación‘, recuerda. Muchas personas pedían ayuda y preguntaban si venía más agua; ‘era algo un poco fuera de control’, una evidencia del miedo y la incertidumbre que se extendieron tras horas de lluvia y crecidas.
Durante los 20 días siguientes integró un grupo de rescate acuático que peinó el río en la zona de la V-30 y la Albufera. Primero trabajaron desde Manises hasta Pinedo, ‘buscando desaparecidos y posibles víctimas‘, y después ampliaron el rastreo a todo el lago. Fue un esfuerzo sostenido para confirmar que no quedaban personas atrapadas y recuperar la normalidad en los márgenes del cauce.
De manera simultánea, dieron apoyo a la ONG de bomberos y a los municipios de Sedaví y Alfafar en lo que compete al servicio municipal: ayudar a vecinos con ascensores inutilizados, garajes completamente inundados y labores de achique. La fase de recuperación se prolongó durante semanas, con incidencias encadenadas en infraestructuras básicas.
La experiencia, afirma, dejó aprendizajes. La DANA ha enseñado a ‘ser mejores personas‘, a ‘tener un poquito más de humanidad y sobre todo, pensar que nos puede tocar’. También insiste: ‘tenemos que ser más responsables y más consecuentes con nuestros actos’. Por eso, subraya, hay que ‘ser más cautos‘ y ‘hacer mucho más caso a la información que llega‘. Y concluye que, ‘a nivel nacional, hemos aprendido todos un poco; cada uno tiene que estar en su sitio, en lo que le compete’.






