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domingo, diciembre 7, 2025

La Albufera, estable en apariencia, sigue lastrada por el mal saneamiento y la eutrofización, según expertos

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Un año después de la dana, la Albufera muestra cierta estabilidad pero arrastra una crisis de saneamiento de medio siglo y un grave proceso de eutrofización. Expertos reclaman medidas estructurales urgentes.

Un año después de la dana que descargó con fuerza sobre la Comunidad Valenciana, la Albufera muestra una estabilidad solo aparente. En pocas horas el humedal recibió más de 120 hectómetros cúbicos y alcanzó un grado de inundación natural inédito, dejando a su paso una estampa de residuos y sedimentos que alteró el equilibrio del ecosistema. Hoy, el problema de fondo sigue siendo el mismo: una crisis de saneamiento y depuración que se arrastra desde hace medio siglo y que mantiene comprometida la calidad del agua y la salud del lago.

Carles Sanchis, presidente de la Junta Rectora del Parque Natural, resume la situación con un regreso al punto de partida: ‘La mala situación del parque, previa a la dana’. Tras la emergencia, se actuó con rapidez para reconstruir la red de colectores y restablecer el sistema en menos de un mes, pero subsisten vertidos anteriores a las riadas que requieren intervención urgente.

Saneamiento pendiente

Los retos inmediatos pasan por el seguimiento de flora y fauna y por el control continuado de la calidad del agua para verificar que no persisten efectos de contaminantes acumulados. A ello se suma la retirada de residuos plásticos, dispersos en amplias zonas del parque y especialmente en el sector norte, que condicionan tanto el hábitat como la percepción social del humedal.

Sanchis recuerda que desde hace quince años se reclama una mejora profunda del sistema de saneamiento y depuración sin que se hayan acometido las inversiones necesarias. Los tanques de tormenta ya construidos todavía no funcionan, una carencia que, a su juicio, explica el empeoramiento sostenido del agua: existe un ‘déficit dramático‘ de infraestructuras. La riada fue una ‘perturbación natural‘, amplificada por la contaminación urbana, pero la Albufera sufre una crisis muy grave desde hace 50 años que sigue sin resolverse y que requiere ‘una hoja de ruta urgente‘ y un compromiso real de todas las administraciones.

En sus palabras, ‘Salir más fuertes de esta crisis dependerá de si somos capaces de poner el foco en este espacio, no solo como respuesta a una perturbación puntual, sino a una degradación que se arrastra desde hace medio siglo’. La prioridad, insiste, es frenar las entradas contaminantes y acelerar las obras pendientes para que los episodios de lluvia intensa no vuelvan a desbordar un sistema insuficiente.

Eutrofización y riesgos

Antonio Camacho, catedrático de Ecología de la Universitat de València y presidente de la comisión científica del parque, alerta de que el humedal continúa en estado crítico por la ‘eutrofización‘. La Albufera es un sistema hipertrófico y enfermo desde el colapso ecológico de los años setenta, un punto de inflexión que supuso la pérdida de buena parte de su biodiversidad y una alteración profunda del funcionamiento del ecosistema.

El exceso de nutrientes de origen principalmente urbano e industrial alimenta una proliferación de fitoplancton que enturbia el agua, le da un tono verdoso y reduce el oxígeno en el fondo del lago. Este escenario limita la recuperación de hábitats acuáticos, impacta a especies sensibles y repercute en la economía tradicional vinculada al humedal. El cambio climático intensifica estos procesos, al hacer más frecuentes e intensos los episodios extremos que remueven sedimentos y arrastran cargas contaminantes.

Camacho reclama medidas estructurales inmediatas para impedir nuevas entradas de contaminación: ampliar el colector oeste, poner en marcha los tanques de tormenta ya construidos y construir depósitos adicionales que recojan el exceso de aguas pluviales. Añade la necesidad de implantar un sistema de alcantarillado separativo que distinga entre aguas pluviales y residuales, y de evaluar con rigor las cargas externas que llegan al lago y las internas acumuladas —materia orgánica y nutrientes— que mantienen el ciclo de eutrofización incluso en ausencia de nuevas aportaciones.

El catedrático recuerda, además, el papel del humedal como amortiguador de inundaciones: ‘En unas horas se tragó toda el agua que inundó pueblos y ciudades. Si no hubiera estado la Albufera, las consecuencias habrían sido mucho peores’. Y advierte sobre la falta de aprendizaje en ordenación del territorio: ‘Las ocupaciones de cauces y zonas de inundación se han producido históricamente, y seguimos haciéndolo. Con el cambio climático, las catástrofes serán más intensas. Sería poco inteligente seguir igual’.

La conclusión que comparten los expertos es nítida: sin inversiones en saneamiento, depuración y gestión de nutrientes, la Albufera seguirá atrapada en un círculo de degradación. La ventana abierta por la respuesta a la dana debe traducirse en obras, coordinación institucional y controles continuos para que la aparente calma se convierta en recuperación real.


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