Dos días después de la dana que dejó 229 fallecidos en la provincia de Valencia, cuando el barro aún cubría calles y fachadas en los municipios más golpeados, varias entidades sociales, cívicas y sindicales lanzaron una primera convocatoria con un lema simple y directo: ‘Mazón dimisión’. Ese eslogan ha simbolizado durante los últimos doce meses la protesta contra el president de la Generalitat y ha vertebrado un ciclo sostenido de movilización.
Un año de movilizaciones
La primera gran marcha se celebró en València el 9 de noviembre de 2024, once días después de la tragedia. Pese a que el metro y el tren seguían sin restablecerse desde las zonas más afectadas, la protesta reunió a más de 130.000 personas, según la Delegación del Gobierno. La afluencia, en un contexto de transporte limitado, evidenció la extensión del malestar y la voluntad de llevar la exigencia de responsabilidades al centro político.
Desde entonces, la consigna y la iconografía quedaron fijadas. La pancarta de cabecera lució la frase ‘Mazón dimisión’ junto a la imagen del president cabeza abajo, con el chaleco rojo que vistió en el Centro de Emergencias y un crespón negro. Ese conjunto visual, fácilmente reconocible, sirvió de marca de continuidad en las doce convocatorias, la mayoría en València, pero también en municipios directamente golpeados por la dana.
El lema saltó de la calle a las instituciones y a los actos públicos. Se ha escuchado en intervenciones de la oposición en Les Corts, en las asociaciones de víctimas y afectados, en abucheos al president y durante el funeral de Estado por el primer aniversario. Junto a él, se corearon de forma recurrente consignas como ‘Mazón a prisión’ o ‘El president a Picassent’; en ocasiones, también ‘El president a Foncalent’, aludiendo a los centros penitenciarios de Valencia y Alicante y al origen alicantino del jefe del Consell.
La segunda movilización tuvo lugar el sábado 30 de noviembre de 2024, al cumplirse el primer mes de la tragedia, y volvió a congregar a 100.000 personas en València. A diferencia de la marcha inaugural, las autoridades no permitieron que finalizara ante el Palau de la Generalitat, decisión motivada por los episodios de lanzamiento de barro y pintura roja registrados al término de la primera protesta y por el objetivo de proteger el patrimonio.
A partir de ese punto, las más de 40 entidades iniciales se multiplicaron hasta superar las 200, incorporando a las asociaciones de víctimas una vez constituidas. Cada mes, los convocantes se reunían para revisar la situación y mantener el pulso en la calle. Hubo marchas en plenas Navidades, bajo la lluvia y durante una ola de calor. Aunque la asistencia fue descendiendo respecto a las primeras citas, la regularidad de las convocatorias mantuvo el debate público abierto y la presión política constante.
De la primera ola a la caída
En julio, la movilización se trasladó a la zona cero y se celebró en Catarroja, como gesto de reconocimiento a los municipios más golpeados. En septiembre, la protesta adoptó un formato de doble columna: una partió de Paiporta y otra desde La Rambleta en València, y confluyeron en el Pont de la Solidaritat, el mismo que miles de voluntarios cruzaron tras la dana para ayudar a sus vecinos. La elección de ese punto subrayó el componente comunitario de la respuesta ciudadana desde los primeros días.
La última gran manifestación se celebró el 25 de octubre en València, coincidiendo con el primer aniversario de la dana, y reunió a 50.000 personas. Allí volvió a escucharse la exigencia de dimisión a Mazón, una demanda que, finalmente, se ha anunciado doce meses después. Los convocantes resumieron así el desenlace de un año de presión sostenida: ‘No ha dimitido, le hemos hecho caer’. Con ello, el lema que nació entre el fango cerró el ciclo que abrió: del shock inicial a la consecuencia política que perseguía.






