El conflicto armado en Gaza ha costado dos años de sangre hasta que parece que la luz se divisa al final del túnel. Una sangre que empezó derramándose el 7 de octubre de 2023 con una matanza en varios kibutz, así como en el Festival Nova: más de 360 asistentes al festival murieron y otras 44 personas fueron tomadas como rehenes.
Dos años después, a nivel social solo se habla de las víctimas gazatíes, y no de los israelíes que siguen secuestrados en los túneles bajo la ciudad. Mientras las organizaciones palestinas lloran a sus víctimas en las calles con protestas —algunas pacíficas y otras tan violentas como la que supuso el fin de la Vuelta Ciclista a España—, las comunidades israelíes se ven obligadas a reunirse en clandestinidad.
Una reunión en Valencia en 2025, con ecos de clandestinidad
Miedo a la violencia gratuita y a las represalias: el acto de conmemoración de las víctimas del 7 de octubre de 2023 se hace con grandes medidas de seguridad y con discreción. Inscripción previa con nombre y DNI, autorización tras pasar el filtro de seguridad y, entonces, comunicación del lugar de la celebración. No es la exclusividad de una fiesta privada; el miedo ha hecho prudente a las comunidades israelíes, también en la diáspora.
El salón de Shir Jadash se llenó a las 19:00 con un murmullo contenido, el brillo de los móviles en modo silencio y el eco suave de saludos discretos. Sobre el atril, el logo de la Asociación de Amistad Comunitat Valenciana–Israel (ACVI) y, en primera fila, familias y representantes de entidades sociales aguardando el inicio de Memoria viva, el acto convocado para recordar el 7 de octubre y reclamar la liberación de los rehenes.
La bienvenida corrió a cargo de David González Niñerola, presidente de ACVI, que enmarcó desde la primera frase el tono del encuentro: “En este momento vivimos una mezcla de esperanza y angustia. Esperanza, con la vista puesta en la liberación de los rehenes. Sufrimiento porque todavía no se haya realizado”. Reivindicó, además, la “memoria, la justicia y la dignidad que merece Israel”, y recordó el ataque del 7 de octubre de 2023, “una acometida simultánea por tierra, mar y aire” que dejó más de un millar de muertos y cientos de secuestrados. Señaló “una nueva forma de antisemitismo de corte político: el antisionismo”. Cerró con una frase que se convirtió en estribillo íntimo de la noche: “La mentira fracasará. Y nosotros estaremos aquí. Am Israel Jai.”
Tras las palabras iniciales, el silencio de la sala se volvió oración durante la tefilá, antesala de una pieza musical interpretada por Analía Sznejderowitz y Carmel Gozlan, que funcionó como bisagra emocional del acto: un respiro lúcido entre la memoria y la petición. La música, sobria y luminosa, sostuvo la atención del público y devolvió al escenario a los intervinientes con una atmósfera recogida.

Intervenciones de los representantes de las comunidades israelí y valenciana
En ese clima de prudencia, Ángel Galán (Movimiento contra la Intolerancia) trazó una secuencia que, a su juicio, explica el giro del debate público: demonización, deshumanización y deslegitimación. “Ahora mismo… los judíos y los israelíes son aquellos monstruos”, advirtió, comparando el ambiente con dinámicas de los años 30 y señalando campañas “coordinadas a nivel internacional” que replican consignas y carteles en distintos países.
Marisa Gayo dejó un anclaje temporal y moral: “Hoy es 7 de octubre de 2025… pero para Israel… sigue siendo el 7 de octubre de 2023”. Denunció “grandes altavoces” para “difundir un falso relato”, recordó que “siguen secuestradas 48 personas” bajo los túneles de Hamás —según varias intervenciones— y cerró con un lema que la sala devolvió en silencio denso: “Never again is now”. Reclamó, además, sostener “un plan de paz para que vuelvan a casa los rehenes”.
La presidenta de Les Corts, Llanos Massó, recogió ese clima para enlazar tradición y presente con una imagen reconocible: “el año que viene, en Jerusalén”. Recordó los años de terrorismo en España y el tríptico “memoria, dignidad y justicia” como brújula, y subrayó que “la guerra la empezó Hamás”, con un apoyo explícito a nivel personal y desde Les Corts a las 48 personas en manos de los terroristas.
Aarón Israel Israel puso nombres a la herida: su sobrina nieta Milena Gisevski fue secuestrada y regresó; su novio Matan “aún sigue cautivo”. “Aún quedan 40 secuestrados en Gaza”, dijo —según su testimonio—. También denunció la indiferencia y la falta de acción pública: “Cada día que pasa sin presión internacional… es un día más en que los secuestrados permanecen en la oscuridad.”
De fondo, una idea vertebró los discursos: la batalla por el relato. González denunció la hipocresía internacional y un doble rasero que intenta “convertir a la víctima en victimario”, y alertó de una “nueva forma de antisemitismo de corte político: el antisionismo”, que niega a Israel el derecho a su autodeterminación. En su repaso de los hechos, recordó que “251 personas fueron secuestradas, entre ellas niños, mujeres, ancianos y personas con discapacidad”, y subrayó que la comunidad sigue esperando noticias de quienes faltan. “El himno de Israel tiene el nombre precioso de la ‘Esperanza’”, concluyó, mirando a una sala que asentía en silencio.
Martha Zucker, vicepresidenta de ACVI, agradeció a quienes “ni pertenecen al colectivo judío ni al israelí” y aun así “salen al frente”, asumiendo costes personales en redes, en su entorno y ante las autoridades. Reabrió el debate sobre qué definición de antisemitismo debe aplicarse en España y anunció un acto el 23 de octubre con el periodista Sal Emergui.

«La mentira fracasará»
Memoria viva fue un ejercicio de duelo cívico y afirmación democrática, donde la identidad comunitaria se expresó en clave inclusiva y el recuerdo de las víctimas se conjugó con una demanda nítida: la liberación de los rehenes.
La imagen final quedó en una frase que el presidente de ACVI entregó como lema y promesa: “La mentira fracasará. Y nosotros estaremos aquí. Am Israel Jai”. Luego, ya sin micrófonos, llegaron los abrazos, el refrigerio y las conversaciones en corrillos, con la sensación compartida de haber puesto palabras y música a un recuerdo que no se resigna a ser olvido.






