La entrevista arranca con una confesión que marca el tono de toda la conversación: Salomé Pradas ha decidido hablar porque el clima político y social tras la dimisión de Carlos Mazón “hacía irremediable” romper su silencio. “Ha hablado demasiada gente por mí y ha llegado el momento de hablar por mí misma”, declara a los pocos minutos, visiblemente afectada. No es un gesto menor: la exconsellera de Justicia e Interior asume que su versión era la única por escuchar en un relato dominado durante un año por declaraciones cruzadas, silencios institucionales y sombras sobre la noche más trágica de la historia reciente de la Comunitat Valenciana.
Pradas reconoce que la dimisión del expresident “ha ayudado” a que dé este paso. Considera que se abre “una nueva etapa” en la que debe haber “más acercamiento a las víctimas”, a quienes —admite— les ha faltado “calor y comprensión”. Es una reflexión que va más allá de la estrategia: durante la entrevista, la exconsellera combina datos, reconstrucciones cronológicas y reproches con episodios de una enorme carga emocional. En el primero de ellos, se quiebra al recordar que “hubo gente a la que no tuve oportunidad de llamar”. Se detiene unos segundos, llora y pide continuar.
Un cargo político en medio de una emergencia histórica
A la pregunta sobre si se sentía preparada para dirigir la conselleria en una emergencia de semejante magnitud, responde sin rodeos: ella representaba “la parte institucional”, no la técnica. Alega que los técnicos tenían “mucha experiencia” y que su papel era coordinar, no sustituir el criterio profesional. Para justificar esa distinción, menciona el caso de Salvador Illa —“es filósofo”— como ejemplo de cargo político al frente de de la pandemia como Ministro de Sanidad.
Sin embargo, admite que el traspaso competencial tras la salida de Vox dejó “algunas piezas por ordenar”. Entre ellas, menciona sistemas como Argos y la organización de los bomberos forestales, elementos clave que ese día no funcionaron de manera óptima. Pradas insiste en que la retirada de la vigilancia en el barranco del Poyo fue orden del mando operativo del consorcio, entonces dirigido por José Miguel Basset.
Según los documentos mostrados en la entrevista —los mismos que llevaba el 29 de octubre—, la CHJ informaba a las 12:40 de una alerta hidrológica basada en una subida de 264 hm³, muy lejos de los caudales desorbitados de la tarde. La exconsellera subraya que los avisos de la Confederación se produjeron a las 14:00, 15:00 y 16:15, indicando que el barranco del Poyo “iba casi seco”, por debajo del nivel de peligro. La CHJ era “la única que podía informar del caudal”, insiste.
Comienza el 29 de octubre: avisos, llamadas y agendas incompatibles
Pradas relata que aquella mañana, en la reunión del Consell, ya había advertido al president de lluvias intensas en la Ribera Alta y de los primeros rescates. Asegura que “en la piel de Mazón” ella habría cancelado la agenda. Una frase que cobra relevancia cuando se analizan las comunicaciones entre ambos.
Dice que llamó al president antes de las 13:00, pero no lo atendió. Después, su jefe de gabinete, José Manuel Cuenca, le trasladó que “el president está de actos, me vas informando a mí”. Según Pradas, Mazón respondía a esos mensajes con un “perfecto”, pero no sabe si Cuenca trasladó toda la información al president. A su juicio, tanto Mazón como Cuenca sabían que se había convocado el CECOPI y que se había solicitado la intervención de la UME, aunque —subraya— no detectó en sus respuestas “determinada preocupación”.
El punto de inflexión llega cuando, poco antes de las 14:00, Cuenca le dice explícitamente que “no moleste al president”. A partir de ese momento, la consellera continúa enviándole información a él. Pero cuando la situación empeora en Utiel-Requena, Pradas desobedece la instrucción y llama directamente a Mazón a las 16:29 para informarle de la gravedad del episodio. “¿Cómo no iba a tener el president que saber lo que estaba pasando en una comarca de nuestro territorio?”, afirma.
El caos técnico: el CECOPI, el debate del ES-Alert y la falta de información
Al llegar al Centro de Coordinación de Emergencias en L’Eliana, Pradas describe un ambiente de “calma tensa” en el que los técnicos aún carecían de un flujo completo de datos. Reconoce que el centro no cuenta con ingenieros hidrológicos o de canales, “cosa que sí es el señor Polo”, en referencia al presidente de la CHJ. Sobre el vídeo en el que se la escucha decir “no me apetece llamarlo”, asegura que estaba enfadada porque “no paraba de titubear” y pide disculpas: “No era la actitud que una institución debe trasladar, pero yo soy así”.
La exconsellera confirma que Jorge Suárez, director general de Emergencias, planteó la opción del Es-Alert alrededor de las 17:20, aunque ella dice que no conocía el sistema hasta minutos antes de las 19:00. Asegura que siempre dijo “adelante”, pero reconoce la magnitud del problema: el sistema no había sido probado suficientemente, no había simulacros previos y los procedimientos exigían doble validación técnica. Incluso costó encontrar el terminal desde el que emitir la alerta.
El envío del ES-Alert se retrasó por un debate interno, de unos 20–25 minutos, entre Suárez y el jefe operativo Maset. El primero insistía en alertar por riesgo de rotura de la presa de Forata; el segundo temía un “efecto estampida”. “Si el jefe de emergencia de mayor rango y el jefe operativo están en un debate, sería un contrasentido que un político decida”, argumenta Pradas.
Mientras tanto, la información que llegaba por llamadas municipales era desigual. Recuerda que Bernabé, delegada del Gobierno, dijo que al ver el puente de Picanya llevándose por el agua contactó con Paiporta, donde se estaba inundando el pueblo. Pradas asegura que nadie del CECOPI le trasladó ese aviso.
La relación con Mazón se tensa: llamadas, silencios y contradicciones
A las 18:16, Pradas mantiene una llamada de siete minutos con el president. Le advierte de que en 13 horas podría desbordarse la presa de Forata y Mazón pregunta por el recorrido del río Magro hasta desembocar en Cullera. La exconsellera afirma que desconocía el testimonio del alcalde de Cullera, Jordi Mayor, que describió una conversación distendida con un Mazón “muy amigable”. “Me cuesta creerlo”, responde.
En ese momento, todavía no sabían que se activaría el ES-Alert, pero sí se hablaba ya de la posibilidad de pasar a nivel 3, el de rotura inminente de presa, con 80.000 personas potencialmente afectadas. Cuando Pradas intenta contactar de nuevo con Mazón para informarle, no obtiene respuesta. “Si se hablaba de una posible rotura de presa o de un ES-Alert, debía saberlo”, afirma.
Dice que le dolió escuchar, días después, la versión del president de que llevaba el móvil “en la mochila”. Su reacción fue inmediata: “Pensé en las víctimas”.
A las 19:47, Mazón devuelve la llamada y Pradas le pone al día. Según su relato, es entonces cuando “empieza a reaccionar” y realiza llamadas a su equipo. El president llega al CECOPI a las 20:24. A las 21:30 aparece en televisión pidiendo que la ciudadanía no salga a la carretera y que, si está cerca de cauces o barrancos, busque la mayor altura posible. Se lanza un segundo ES-Alert. A medianoche empiezan a tener constancia —aún no oficial— de que hay fallecidos.
Los días posteriores: comunicación, censura y ruptura
Pradas asegura que, tras la DANA, se le dijo que “todo se dirige desde Presidencia” a nivel comunicativo. Asegura que fue obligada a acudir a À Punt para una entrevista que no tenía previsto conceder. Describe un escenario de “falta de coordinación” entre Presidencia y su conselleria, especialmente cuando Mazón quiso “liderar la comunicación sin nadie más por en medio”, hasta que se nombró una portavoz de rango inferior.
Con el paso de los días, la relación se deteriora. El 8 de noviembre se entera de que Mazón estuvo con Vilaplana el día de la DANA: “No podía creérmelo”. Veinte días después, Mazón la cesa en una conversación privada. “Me dijo que iba a hacer una remodelación del Consell y que yo tenía que salir. Le dije que estaba siendo injusto conmigo. Que me estaba señalando y me estaba culpabilizando cuando yo sí que había estado donde tenía que estar”. Lo define como la búsqueda de “una cabeza de turco” para tapar “cualquier cosa que se debía tapar”.
La exconsellera afirma que Mazón dijo cosas “que no eran verdad”, especialmente sobre las llamadas relacionadas con el ES-Alert. “Le pedí que dijera la verdad por las víctimas”, explica.
Contactos puntuales con las víctimas
Pradas asegura que se ha puesto en contacto con algunas víctimas y familiares a través de redes sociales. Lo hizo —dice— porque hablaban de ella o de la Generalitat “de una forma que no se ajustaba a lo que yo había vivido”. Lo justifica así: “Creo que necesitan saber la verdad”.
Es el tramo más personal de la entrevista. “No voy a poder superar no tener la información del Poyo porque son muchas víctimas”, confiesa. De nuevo se emociona. “Llegué a la política solo para ayudar y poner lo mejor de mí. No puedo decirles más que disculpas”.
Sobre el funeral de Estado, entiende el malestar de las familias, aunque rechaza “la exaltación y los insultos”. Cree que el nuevo president debe “acercarse institucionalmente a las víctimas”.
Responsabilidades y conclusiones de un relato que reabre heridas
Pradas descarta una responsabilidad penal, pero afirma que sí existe una responsabilidad moral y una obligación de resarcir a las víctimas. Señala tanto la falta de infraestructuras hídricas como la inexistencia de un sistema de alerta temprana efectivo. Asegura que el Estado “tardó días en llegar” y respalda la idea de que se debería haber pedido el estado de alarma.
Y concluye con una reflexión que apunta directamente a Mazón:
«El mayor error fue no decirle al president que fuera inmediatamente al CECOPI»
Una frase que no solo resume su posición, sino que sirve como cierre a una entrevista que, un año después de la tragedia, sigue reabriendo preguntas sobre decisiones, omisiones y silencios en la noche en que murieron 229 personas.






