A las puertas del 9 de octubre, día de todos los valencianos, el Partido Popular (PP) vuelve a enarbolar la bandera del valencianismo, mostrando un renovado interés por resaltar los símbolos y la identidad de la Comunitat Valenciana. Sin embargo, esta vez no se trata solo de un despliegue simbólico; el PP ha logrado llevar la identidad valenciana al centro del debate político. Con un liderazgo consolidado bajo Carlos Mazón y figuras clave como María José Catalá y Salomé Pradas, el partido ha conseguido diferenciarse de otras formaciones políticas al intensificar su apuesta por lo que consideran el “verdadero” valencianismo.
El valencianismo político no es una cuestión nueva, pero en el contexto actual, el PP está ganando terreno frente a otros partidos en cuanto a la gestión de esta identidad. Los recientes movimientos del gobierno autonómico, desde el rechazo del término “País Valencià” hasta la nueva Ley de Señas de Identidad, muestran una clara estrategia para reavivar el orgullo valenciano, consolidando así su poder.
Mazón: contra la marca “País Valencià”
Uno de los momentos más destacados de las últimas semanas ha sido la postura firme del President de la Generalitat, Carlos Mazón, en contra de la denominación “País Valencià”. Durante su comparecencia en Moncloa, Mazón se negó rotundamente a responder a preguntas que utilizaran dicho término ante un periodista de elnacional.cat. Este gesto, aunque criticado por ciertos sectores, ha sido aplaudido por quienes defienden la identidad de la Comunitat Valenciana dentro del marco constitucional. Mazón reafirma así su compromiso con la unidad y el respeto a la legalidad, en contraposición a los intentos de ciertas fuerzas políticas y entidades que prefieren la denominación “País Valencià”.
Es importante destacar que, aunque este término aparezca en el preámbulo del Estatuto de Autonomía, no tiene peso jurídico. No se encuentra en el articulado, por lo que su uso es más simbólico que normativo como podría pasar con la denominación Reino de Valencia. Sin embargo, sigue siendo utilizado por partidos y entidades que buscan reforzar un sentimiento nacionalista. Mazón, consciente de esta carga simbólica, ha decidido tomar la iniciativa y marcar un claro rechazo a la utilización de “País Valencià”, en línea con una estrategia que busca reforzar la identidad propia de la Comunitat Valenciana.
Pradas: un paso al frente con la Ley de Señas de Identidad
Otra pieza clave en esta estrategia del PP es la Consellera de Justicia, Salomé Pradas. En su comparecencia reciente en Les Corts, Pradas anunció la próxima elaboración de una nueva Ley de Señas de Identidad, cuyo objetivo es proteger y promover los símbolos, costumbres y tradiciones valencianas. Esta iniciativa ha generado un gran eco en las redes sociales y ha sido una de las intervenciones parlamentarias más comentadas de la semana, superando incluso otros temas polémicos como la Ley de Concordia o la regulación de los “bous al carrer”.
La anterior Ley de Señas de Identidad fue derogada por el gobierno del PSPV, Compromís y Podemos, en lo que algunos vieron como un intento de diluir ciertos elementos tradicionales en favor de una agenda más nacionalista en su versión catalanista. Con la nueva ley, el PP busca revertir esa tendencia y volver a poner el foco en la identidad valenciana, una cuestión emocional que, especialmente en fechas cercanas al 9 d’Octubre, toca la fibra sensible de una parte significativa de la población.
Pradas ha sabido capitalizar el momento político, consciente de que la identidad es uno de los temas que más reacción genera entre quienes siguen la actividad parlamentaria. La nueva ley no solo será un símbolo del valencianismo del PP, sino que también servirá como una herramienta para reforzar su narrativa de protección de lo valenciano frente a lo que consideran una agenda de “desnacionalización” promovida por los anteriores gobiernos.
Francisco Teruel: sufriendo la cara B del valencianismo
El diputado de cultura de la Diputación de Valencia, Francisco Teruel, se ha encontrado con una situación compleja respecto al valencianismo. Aunque algunos medios lo han retratado como alguien que va a contracorriente en este tema, la realidad es que Teruel está atrapado por la normativa vigente. Sin una Ley de Señas de Identidad en funcionamiento, no tiene la capacidad legal para bloquear a entidades que llevan décadas recibiendo subvenciones, incluidas aquellas más cercanas al catalanismo o al nacionalismo.
El problema no solo afecta a la Diputación de Valencia. En la propia Generalitat, entidades como Escola Valenciana o Acció Cultural del País Valencià han seguido recibiendo ayudas de la Conselleria de Educación, liderada por José Antonio Rovira. Asimismo, el Ayuntamiento de Valencia también está cerca de hacer pública su resolución sobre las subvenciones para la promoción del valenciano en la rotulación.
Cambiar esta dinámica no será fácil ni inmediato. No basta con aprobar una nueva Ley de Señas de Identidad; las bases de las convocatorias de subvenciones dependen de procesos de intervención y participación que pueden tardar más de un año en completarse. Este desfase entre los anuncios políticos y los tiempos administrativos genera titulares que, a menudo, pueden parecer incoherentes, pero reflejan las limitaciones reales a las que se enfrentan figuras como Francisco Teruel.
Més Compromís en un congreso donde ha de definir su valencianismo
Mientras el PP avanza con su estrategia de valencianismo, otras fuerzas políticas se enfrentan a sus propias tensiones internas respecto a este tema. Més Compromís, que acaba de celebrar su primer congreso como partido independiente, está en un proceso de redefinición. En el congreso, se ha planteado un debate fundamental: ¿debería Més Compromís priorizar su nacionalismo valenciano o su identidad como partido de izquierdas? Esta disyuntiva marca el futuro del partido, que ha sido una de las fuerzas más identificadas con el valencianismo en los últimos años.
El PSPV, controlado desde Madrid
Por otro lado, el PSPV enfrenta el reto de mantener su identidad valenciana mientras su líder, Diana Morant, debe compaginar su rol de líder regional con sus responsabilidades como Ministro en el gobierno de Madrid. Esta doble agenda deja a los socialistas valencianos en una posición incómoda, ya que las decisiones clave a menudo se ven influidas por su vinculación con el gobierno central, lo que debilita su capacidad para proyectar un valencianismo fuerte y autónomo.
Vox y el valencianismo de atrezzo
Por último, Vox, aunque ha intentado posicionarse como defensor de ciertas tradiciones valencianas, como el uso de las normas lingüísticas de la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV) frente a las de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), ha mostrado poca consistencia en su discurso. Su rechazo al sistema autonómico y su falta de conexión con el valencianismo han limitado su capacidad para atraer votantes en este ámbito.
Un valencianismo con clave electoral
A pesar de las divisiones aparentes y la complejidad del debate en torno al valencianismo, este tema sigue siendo un eje central en la política de la Comunitat Valenciana. Aunque algunos puedan subestimar su potencial electoral, lo cierto es que el valencianismo puede ser el factor que acerque a cualquier partido al centro político, un movimiento clave para ampliar su base de votantes. En el caso del PP, esta estrategia no solo les ha permitido ganar terreno frente a otras formaciones, sino que también los acerca a la posibilidad de consolidar una mayoría absoluta en futuras elecciones.
La volatilidad de los pactos y acuerdos necesarios para la aprobación de los Presupuestos de 2025 sugiere que la gestión del gobierno valenciano podría verse afectada por la acción política directa. Si el PP se viera obligado a prorrogar los presupuestos, no sería sorprendente que el President de la Generalitat optara por convocar elecciones anticipadas, como le permite el Estatut d’Autonomia, con el objetivo de asegurar un gobierno en solitario mediante una mayoría absoluta, lo que le permitiría gobernar sin restricciones hasta 2029.
Por ello, el PP no solo está preparando discretamente su maquinaria electoral, sino que está trazando una estrategia a medio y largo plazo para alcanzar la ansiada mayoría de 51 diputados. Así, Mazón no solo busca consolidarse como un referente en la política valenciana, sino también demostrar en el ámbito nacional que el PP puede generar liderazgos de alto nivel fuera de la M-30.