Un año después de la DANA que golpeó al campo valenciano, el balance es doble: el dinero para aliviar a los agricultores ha llegado con agilidad, mientras que la recuperación física de muchas infraestructuras sigue a medio camino. En las marjales arroceras aún es necesario retirar tierra y mejorar el drenaje, y en numerosas explotaciones persisten arreglos que condicionan la campaña actual.
Los cultivos más afectados fueron caqui, cítricos y uva de vino, además de hortalizas, incluidas producciones bajo plástico. La borrasca impactó en plena recolección y combinó inundaciones, lluvias torrenciales, pedrisco y rachas de viento muy intensas, lo que explica la magnitud de los daños y la pérdida de fruta en el árbol. Las organizaciones agrarias estimaron el perjuicio en 1.380 millones de euros, una cifra que refleja tanto el impacto directo en las cosechas como los costes de limpieza y puesta a punto de parcelas.
Ayudas e indemnizaciones con tramitación rápida
La respuesta aseguradora fue inmediata, con un amplio despliegue de peritos para acelerar las tasaciones y el pago de indemnizaciones. Paralelamente, el Ministerio de Agricultura permitió de forma excepcional que los titulares repararan por su cuenta los desperfectos en las fincas y presentaran facturas para su compensación. Esta vía, que alcanzó a buena parte del territorio afectado, alrededor del 80 %, acortó tiempos y evitó cuellos de botella en plena planificación de campaña.
En cuanto a las ayudas públicas, hasta agosto se habían abonado más de 77 millones de euros a 9.200 beneficiarios, y quedaban por habilitar otros 43 millones. Estas líneas, de ámbito estatal y autonómico, se han complementado con las indemnizaciones del seguro agrario y han permitido recuperar medios de producción, reponer estructuras y afrontar gastos imprevistos. El sector describe un ritmo de pago regular, aunque reconoce que aún quedan expedientes y actuaciones por cerrar.
Infraestructuras y caminos, el gran cuello de botella
Donde persisten más dificultades es en la red de caminos rurales y obras de fábrica dañadas. Las cuadrillas responsables de la reparación trabajan al límite y los plazos se alargan: se calcula que harán falta entre uno y dos años más para dejarlo todo operativo. Esta situación encarece el acceso a parcelas, retrasa labores como podas, tratamientos y recolecciones y complica la salida de la producción, con efectos directos en costes y márgenes.
El arroz ilustra bien el problema: muchas parcelas no pudieron sembrarse y siguen pendientes de retirar los depósitos de tierra una vez termine la siega y baje la humedad del suelo. Solo entonces podrá nivelarse el terreno y recuperar el ciclo normal de cultivo en la próxima campaña.
El cooperativismo destaca que las instalaciones propias sufrieron daños menores y se pudieron reactivar pronto, pero en campo se registraron arrastres de materiales, anegamientos y caminos destruidos. Para evitar el abandono de explotaciones, especialmente entre socios de mayor edad con fincas muy afectadas, se están promoviendo soluciones de gestión por parte de otros socios o de jóvenes interesados, con el objetivo de mantener la tierra en producción.
La próxima semana está prevista una visita del ministro de Agricultura a las zonas afectadas para conocer sobre el terreno el estado de las reparaciones y hacer balance de las ayudas concedidas, en un contexto en el que el esfuerzo económico ya es significativo pero la reconstrucción material aún no ha concluido.




